Decir papito a Dios, no es un concepto teológico ni una verdad puntual o casual; Papá o papito Dios es una nueva forma de vivir que involucra toda nuestra existencia dándonos acceso permanente a las ilimitadas fuentes del Reino de los Cielos. Tienes que saber que tu padre celestial es diferente a tu padre terrenal. Tu Padre celestial no te ha rechazado o te ha abandonado, está esperando a que tú llegues a él. Tu Padre Celestial no te deja hacer lo que quieras porque no es fácilmente manipulable.
Tu Padre Celestial no te deja sin crecer, él quiere que lo hagas, espera que madures. Tu Padre celestial no es un bonachón, un bobito o pelele, no es chuchito, ni tampoco es el bacán, no es el amigazo que alcahuetea, puedes acercarte con ternura entendiendo quién es él. Él te disciplina porque te ama. Tu Padre celestial tampoco es un líder democrático que te consulta para tomar decisiones porque sencillamente, él es el dueño de tu vida, el pagó con la sangre de su Hijo, tú le costaste dolor de ver a su Hijo sufrir por ti y le perteneces.
Tu Padre Celestial no es indiferente hacia ti porque está plenamente interesado en ti. Cada vez que le has fallado él te ha estado esperando para que le hables, para que regreses, porque te ama.
¿Y por qué? es que muchos Hijos de Dios no se acercan confiadamente al trono de la gracia, como la invitación que nos hace el Espíritu Santo en la carta a los Hebreos.
“16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16”